“Todo el esfuerzo compositivo de Bermúdez, el dibujo y el uso del color están signados por una preocupación permanente: los significados temáticos. Profundamente racional en la organización de su obra, alcanza, sin embargo por la expresión del sentimiento, la inconfundible calidad plástica de sus figuras. Pero el sentimiento, no sólo es el que se percibe por la expresión de lo representado. El sentimiento tiene que ver en él con las motivaciones que lo llevan a trabajar. Es como la exaltación intensa del carácter que desea para los rostros, el movimiento de los cuerpos y los gestos de las imágenes que comunican estados de ánimo diversos. Es lo que hace que más allá del rigor impuesto alcance desbordes de apasionado lirismo. Me he preguntado en alguna ocasión. ¿Qué es Bermúdez? ¿Qué se propone? He respondido, después de reflexionar, que él es un ser profundamente ético, que intenta dar a la existencia una respuesta que emana del hacer artístico. Es un buscador de la verdad y cree, estoy seguro de ello, que la verdad se identifica con la realidad”.

“Una visión panorámica del las obras de Bermúdez nos permite ver la multiplicidad de situaciones en las que el hombre desarrolla su existencia, dando siempre testimonio de su dignidad, de su riqueza espiritual y de su compromiso con la vida. Para él cualquier tema es importante, sea una florista, un lustrador de zapatos o una joven plácidamente descansando en un sillón porque todos los temas son siempre el único tema: el hombre. Cree en el hombre con absoluta certeza, por eso no necesita justificar su imagen en impenetrables simbologías o enigmas y arcanos incomprensibles. Su hombre es el hombre seguro ante el destino final que busca, en definitiva, la identificación con la vida”.

“Si en la pintura actual de José Bermúdez se destaca la claridad de exposición y de intención, ello se debe, principalmente, a su implacable fe en el hombre y en la vida. Y el hombre y la vida deben pintarse en forma clara. De aquí emana su destino de pintor y el tema antropomorfo antepuesto a cualquier otra forma vital. Él mismo lo ha dicho: “Lo que más me preocupa no es la muerte; mi preocupación es la vida. Procuro estar en los cauces que la promueven y estimulan en forma real; creo, además, que ser leal y consecuente con la vida es la más tremenda y hermosa responsabilidad del hombre y constituye el mejor camino para la paz y la felicidad.” Con esta premisa por delante se hace más fácil una evaluación estética de la obra que a él lo conforma y lo abarca”.

“No sé si en una circunstancia artística como la actual, que se caracteriza por la ausencia de pautas generales, alguien se preguntará a qué escuela, corriente o grupo pertenece Bermúdez. Yo preferiría señalar, sin que esto signifique ninguna manera de afiliación o amaneramiento, que se nota en Bermúdez un claro sello de procedencia española. A pesar de no proponérselo, creo, Bermúdez consigue, como Velázquez, como Goya, como Picasso, como Gutiérrez Solana, enaltecer a figuras ejemplares tipos y situaciones que en otros resultarían nada más que patéticos, risueños o pintorescos. Con precisa intención expresionista, Bermúdez acentúa y simplifica hasta orillar la caricatura. No obstante, su visión profunda lo precave de incurrir en la burla hiriente y piadosa. Dicho de otro modo, hay en Bermúdez un respeto fraternal por los hombres y las cosas que ni absuelve ni condena, ni exhibe ni esconde. Hace que sus motivos estén ahí con un aplomo que descarta cualquier otra justificación que la prestancia de la imagen misma”.

“Para abarcarlo con cierta plenitud bastaría un análisis completo (nada menos) de la palabra optimismo. Arte sanguíneo el suyo, capaz de ignorar sin dubitaciones estados depresivos. De receta exclusiva para melancólicos. Panacea de hipocondríacos. Negador absoluto de la muerte. La vida recreada, sostenida y aleccionada: aquí está la clave de la aparente multiplicación de sus acrílicos. Cada cuadro registra el mínimo matiz del inextinguible fluido vital, y en ese matiz está el diferente sabor. No vivimos para la muerte: ésta es la etapa final y su precio es bagatela frente al tiempo sentido en las venas. Atesorar lo cotidiano con la geometría de la inteligencia es montar al Tiempo con espuelas de oro. El tiempo pasa y el Oro queda”.